
Desde la tosquedad obscura de las cavernas neandertales, hasta la brillante elegancia de las celdas habitacionales modernas y cosmopolitas; la angustia por una naturaleza intuida siempre avasalladora, exigente y excluyente, capaz de llevar a la ruina a cualquiera que no medie su voluntad y sus acciones -actuaciones- entre las disposiciones divinas y sus intereses, ha obligado a la raza humana a construirse toda clase de prótesis y muletas, que le permiten controlar dicha angustia, olvidar parcialmente el temor, e ignorar el dolor; mentirse a sí misma, por un segundo, y encontrar en ese instante breve y ficticio de tregua, un medio, un retruécano, una estratagema para intentar burlar a los dioses, para hacer en su propia mente un concepto amañado del mundo, amable con sus propios objetivos, desnaturalizado de toda originalidad.
Poco después de que el primer homínido en su angustia gimiera para inventar el signo y con él la palabra apareció la religión, luego la filosofía, acto seguido el arte y posteriormente la ciencia. Ninguna de ellas ha sido jamás, aunque eso pueda parecer, respuesta a las cuestiones humanas. Lejos de eso, son simples métodos, herramientas, técnicas o como ya se dijo; prótesis, para solventar espuriamente la impotencia ante la creación y arañar soluciones cada vez más afines a las fecalidades del homo sapiens.
Íntegramente consientes de todo lo anterior, se aproximaría que:
La forma en que un actor caga, es la forma en que cualquiera otro hombre actúa para sobrevivir y pervivir.
La forma en que un actor actúa, es la forma que las gentes de su tiempo gustan al defecar.
© Fabricio Franco Talero +57(311)811 85 35