sábado, 6 de junio de 2009

¡ÉXITO!


Desde hace ya un tiempo, tiene mi mente y mi corazón los tintes de un deseo imaginativo intenso y algo lejano; más cercano por el poder de proyección del cerebro mismo, que por la existencia real de medios concretos para su consecución.

Es un ejercicio psicológico de abstracción, en el que las limitaciones presentes se estructuran en una poderosa ilusión futurista del destino propio, expresando de forma lucida todos aquellos anhelos y expectativas de amor, fortuna, reconocimiento y gloria que aguardan. Es una simpleza a la que estoy ya bastante bien habituado, tanto por la facilidad con la que se transforman en la mente los eventos, a conceptos e ideas, como por la proclividad con la que se sujetan éstos, a preconcepciones y expectativas predefinidas, para luego iluminísticamente adornase en un estilo mas amañado de lo que del rococó pudiera esperarse.

El poder de los sueños es siempre una energía mayor a la realidad con la que la vida rodea a los hombres, su influencia va inequívocamente mas allá de las meras circunstancias y se extiende espasmódicamente a través del pasado el presente y el futuro, unificando así esta sempiterna y mística trinidad en un instante de superación y expectoración de atávicos temores.

Es menester ser un soñador y sobreponerse a las mezquindades del austero mundo, que las masas de hombres adormilados e ignorantes de su propia naturaleza y temerosos de la que les es ajena, crea en cada instante. Aún más necesario es, creer en las posibilidades de la creación misma, y actuar conforme a ella; retando a cada momento los conformismos e indolencias, llevando al límite las posibilidades de expresión de la belleza y siendo incisivos y epigramáticos con aquello que la coarta.

Siempre, no son suficientemente claras las formas, con las que la marea del destino nos arroja hacia nuestras propias pasiones, pero sean cuales fueren los desenlaces de nuestros propios y sucesivos finales, deberemos siempre saber sin lugar a dudas, que pese a la esencia efímera de nuestros anhelos y aversiones, dichos finales serán justamente los que deban ser, y que ni el trabajo ni el empeño, dan a entender la robusta y serena manera del ancestral enebro, que retorcido, se yergue sobre las filosas y abruptas rocas del inmenso manantial, dominando entero el paisaje y abarcando con sencillez el espacio ante sí.




© Fabricio Franco Talero +57(311)811 85 35

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